Me he dado cuenta que siempre que quiero iniciar una entrada pongo algo como "desde hace días quería escribir".He empezado la universidad ya y me va genial, es un ciclo diferente y lo estoy empezando bien. En este ciclo tengo mucho tiempo de sobra, estoy llevando pocos cursos y tengo todas las tardes libres, ni siquiera tengo clases tan temprano como para ir a dormir antes de las 11, es decir, tengo tiempo para desvelarme.
En estos días he cambiado muchas de mis rutinas y como ya lo había dicho antes estoy empezando diferente. Me despierta mi despertador con la canción Gone going de Black Eyed Peas, con mucha flojera me levanto a prepararme el desayuno (muy suave dicho sea de paso: leche y tostadas). Para no sentirme sola, prendo el televisor y me pongo a ver Friends (casi siempre me despierto a las 9). Luego, depende del día que sea me voy a la universidad o sino me quedo en casa esperando para ir a la universidad. Como literalmente no hago nada productivo mas que la universidad, me he propuesto un hobby increíble: LEER.
Cuando estaba de vacaciones, fui a la feria del libro anual que hay aquí y me compré un libro: ATRAPADO. Siempre lo leía porque me carcomía la curiosidad de saber qué iba a suceder después. Este libro trataba de que el protagonista quería encontrar a su exnovia muerta hacía cuatro años. Esta curiosidad me llevó a leerla diario: antes de dormir, de regreso a casa, al irme a la universidad.
Yo, al igual que muchas personas, pasamos por problemas cada día, nos enfrentamos a personas que quizás están metidas en nuestras vidas pero nos hacen mucho daño. Creo que no importa la edad que tengamos, hasta un niño de 6 años va a pensar que su problema es el centro del mundo. Así pues, al leer tan seguido, me concentraba tanto en lo que le sucedía al protagonista que ignoraba lo que me sucedía día tras día y me ha gustado.
El recorrido de la universidad a mi casa constaba de un trayecto de 30 minutos (a veces menos, dependiendo del tránsito) y yo leía siempre de regreso o ida. Cada día quería que el recorrido fuese más largo para continuar leyendo pero ya tenía que bajar así que ponía el separador para continuar después.
La vida del protagonista se detenía y la protagonista ahora era yo. Regresaba a lo mismo de todos los días. Bajaba del micro y caminaba hacia mi casa, cruzaba las avenidas, las calles, pasaba por la virgen que está a media cuadra de mi casa. Acompañada, claro, de mis audífonos y música súper suave para que el camino fuese tranquilo. Ya ni siquiera cogía el blackberry, me di cuenta que el maldito celular me había quitado muchas actividades que podía hacer en el día, a lo mucho lo cogía para twittear (ese hábito no se me irá nunca) y para poner next para pasar a otra canción que ya me traía malos recuerdos o era muy pacharaca.
Me di cuenta de todo esto en una de las tantas veces que leía en el micro, estaba sentada al lado de la ventana, hasta que una llamada entró a mi blackberry, era mi hermana que me llamaba para decirme que iríamos a Ripley a comprarle ropa al bebé de la inquilina, nos había invitado al baby shower y no fuimos así que lo mínimo que podíamos presentar era un regalo. Al colgar, antes de retomar la leída, abrí los ojos increíblemente (considerando que mis ojos son grandes) me fijé dónde estaba: a mitad de camino, me di cuenta de la gente que caminaba y que estaba lloviendo. Fue en ese maldito momento en el que las ideas se me metieron a la cabeza -odio que me sucedan esas cosas- y empecé a recordar cosas de mi, cosas de mi pasado, cosas que me habían sucedido esos días, la situación en la que me encontraba, él. Sonaron los cláxones.
Desde pequeña, he odiado leer y creo saber, al fin, por qué no me gusta. Cuando yo era chiquita, mi mamá me daba como castigos leer, me decía que cogiera un libro y que me ponga a leer que a la media hora me preguntaría qué había entendido. Trayendo un poco la psicología y a Pavlov, leer me asustó y me trajo malos recuerdos, mi vieja me había condicionado sin darse cuenta. No quiero decirlo pero tal vez es por su culpa que desde chibola haya odiado hacerlo porque siempre venía de un castigo.
Me puse a pensar en el micro que en todo el tiempo que yo leía ignoraba todo mi alrededor y mis pensamientos, me enfocaba en la situación de la otra persona (el protagonista, alguien que no existía en la vida real) y terminé pensando en que tal vez era bueno leer, porque al final, por unos minutos, la que estaba en problemas no era yo.
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